Para la Medicina Tradicional China, existen dos causas de enfermedad: una causa principal, interna al organismo, y una causa secundaria externa a él. La primera se denomina factor antipatógeno (Zhengqi) y remite a la capacidad del cuerpo humano para resistir a la acción de agentes patógenos de diversa índole y mantener el equilibrio relativo en el interior del cuerpo y entre éste y el mundo exterior. La segunda, que recibe la denominación de factores patógenos (Xieqi), remite a aquellos agentes externos que tienden a romper cualquiera de los equilibrios relativos internos del cuerpo. Dicho de una manera simple, la salud depende de la capacidad de reacción que tenga el organismo para enfrentar a agentes externos a él. La enfermedad, entonces, sobreviene cuando el factor antipatógeno, Zhengqi, se encuentra débil para luchar, lo que deja campo libre a la acción patógena, Xieqi, que provoca desequilibrios en el interior del cuerpo (desequilibrio entre el Yin y el Yang). Este es el motivo por el cual la causa interna es considerada en la MTC un factor básico en la aparición de la enfermedad mientras que la causa externa ocupa un lugar condicional. La causa externa actúa a través de la causa interna (5); si ingresa y ejerce su acción en el organismo es porque el factor antipatógeno no puede oponer reacción a ella. A este motivo se debe también el enfoque del tratamiento de la enfermedad de la MTC, que pone especial atención en la regulación y protección del Zhengqi o, lo que es lo mismo, en regular y fortalecer todos los mecanismos de defensa del cuerpo humano.
Debido a las características propias de su etiología, la MTC relaciona las enfermedades con cambios climáticos. Dichos cambios, más allá de la adaptabilidad del individuo, son considerados factores patógenos de diversos trastornos y categorizan manifestaciones clínicas que reflejan la anormalidad o incompatibilidad entre los factores Zhengqi y Xieqi. Los factores patógenos, por tanto, implican también la patología.
Sin embargo, y dado que la patología de la enfermedad resulta fundamental para guiar el tratamiento, los factores patógenos deben ser investigados en relación con su naturaleza y su significación real, considerando y estudiando las relaciones entre éstos y las disfunciones orgánicas. A la identificación del factor patógeno se debe agregar la concienzuda observación de la preponderancia o decaimiento de los factores patógeno y antipatógeno en su lucha de acción y reacción. Y, por ejemplo, a través del funcionamiento normal o anormal de los órganos Zang-Fu, se puede no sólo conocer la causa de la enfermedad sino también los cambios que provoca en el organismo, lo cual permite basarse en la sintomatología específica que determinará los principios del tratamiento.
En forma sintética, los factores patógenos se clasifican en tres grupos: 1) seis factores exógenos; 2) siete factores emocionales, y 3) factores coadyuvantes. Los seis factores exógenos son viento, frío, calor de verano, humedad, sequedad y calor (calor moderado). Los siete factores emocionales se relacionan con actividades mentales ligadas a las emociones: alegría, ira, ansiedad, meditación, tristeza, miedo y terror. Los factores coadyuvantes, por último, son alimentación inapropiada, trabajo o descanso excesivos, traumatismos, éstasis sanguínea y flema-humor (Tanyin) (6)
La antítesis funcional en la fisiopatología
Si una simple apelación al sentido común permite verificar el concepto Yin-Yang en la naturaleza, desde la perspectiva de la fisiopatología es posible advertir idéntica dialéctica en las funciones vitales. Pulmones: inspiración-exhalación; corazón: sístole-diástole; intestinos delgado y grueso: repleción-evacuación, o sea, dilatación y contracción, Yin-Yang.
Así como esta ley rige a la mecánica funcional, también responden a ella los mediadores químicos, que preceden el efecto mecánico: la adrenalina y la noradrenalina por un lado, y la acetilcolina, por otro, muestran propiedades opuestas frente al ritmo cardiaco. Siguiendo la misma lógica, no existe hasta hoy en el sistema enzimático una enzima que carezca de contraparte, la enzima inhibidora. Toda la bioquímica celular opera de este modo. Y también lo hace el sistema nervioso autónomo, que muestra un nítido ejemplo de antítesis funcional entre simpático y parasimpático, según el cual el primero domina durante el día y el segundo durante la noche.
La acción comparada de los sistemas simpático y parasimpático, producto del estudio de la antítesis funcional en órganos donde la acción del neurovegetativo es bien conocida, muestra un nuevo elemento de oposición. El sistema simpático (Yang) activa los órganos Yin (corazón, pulmón, circulación) e inhibe la actividad de los órganos Yang (estómago, intestinos delgado y grueso, vejiga). El parasimpático (Yin), por su parte, actúa en forma contraria: inhibe los órganos Ying y activa los Yang.
En el funcionamiento antitético de ambos sistemas así como en el de otros ejemplos de antítesis en funciones vitales se encuentra el concepto de Yin y Yang que se aplica también a la clasificación de órganos.
La teoría embriológica y la función del sistema nervioso
El doctor Roger de La Fuye (1890-1961), fundador de la Société Francaise d´Acupuncture, quien propuso su Teoría embriológica basándose en el hecho de que la capa ectodérmica del embrión origina en forma simultánea a la piel y al sistema nervioso, y el profesor de la Universidad de Upsala, Svann Horstädius, que en su libro “The Neural Crest” se refiere a la formación de la médula espinal, del sistema nervioso y de la piel, han aportado sustento teórico occidental, a los miles de años de teoría y práctica de la Medicina Tradicional China. Cabe destacar aquí que si bien abundan textos desde la antigüedad en la materia, la demora en las traducciones y la escasa difusión que se mantuvo a posteriori, constituyen las causas principales del desconocimiento teórico de este sistema médico.
A modo de ejemplo, la formulación de la teoría de Horstädius:
“Si, en efecto, en los primeros estadios de formación del huevo humano, tal punto del ectodermo (que en nueve meses llegará a ser la piel y el sistema nervioso), está en íntima relación con tal punto del endodermo (el cual, en nueves meses, llegará a ser tal órgano, el estómago, por ejemplo), puede pensarse que, en el curso de la evolución del huevo, y luego del embrión humano, hasta el estadio final del niño, y luego del desarrollo del hombre hasta su muerte, las mismas relaciones íntimas persisten entre ese mismo órgano (el estómago) y la piel, por intermedio del sistema nervioso, con la diferencia que el punto inicial ectodérmico se habrá desarrollado en una línea cutánea, que podrá precisamente explicar el “Ching” (meridiano) del estómago. Y así para los otros puntos (…)”.
Un estímulo provoca en el organismo reacciones de alta complejidad. Por ello, los esquemas fisiológicos del arco reflejo medular, en el que participan sólo dos neuronas (una sensitiva y otra motora), resultan limitados para el interés de la MTC. Simplificar el arco reflejo deja afuera, por así decir, la riqueza de las conexiones existentes en los planos horizontal y vertical, en las etapas sensitiva y motora y en las conexiones neurovegetativas. Riqueza que es posible observar si se aplica la teoría de la neurona de Ramón y Cajal, en la cual las sinapsis neuronales desempeñan el papel principal por permitir la formación y destrucción de conexiones y arcos reflejos dentro de una infinita variedad de posibilidades.
Las posibilidades teóricas del sistema nervioso fueron exploradas también por el antropólogo de la Universidad de Hamburgo W. Schidt sobre la base de trabajos histológicos realizados por varios investigadores. De acuerdo con el doctor Stöhr, “todo el sistema nervioso representa un “syncytium” neuroplasmático, es decir, una red cerrada de filetes nerviosos, con células interpuestas” y, por otra parte, ha quedado demostrado además que las neurofibrillas constituyen el elemento conductor dentro del neuroplasma y que aquellas, lejos de ser formaciones fijas, son esencialmente cambiantes: cambian y se forman bajo la influencia de la diferencias de potencial de los tejidos inervados, sirviendo al mismo tiempo la función de conducir y equilibrar las diferencias de potencial. Con esta teoría como base se ha construido la teoría de la “Synneurona”, según la cual todo el sistema nervioso del organismo animal posee una estructura cerrada de anillos de neurofibrillas unidas unas a otras por un fenómeno semejante a la inducción eléctrica, estructura que cambia continuamente.
Lo importante a destacar de esta teoría se desprende del hecho de que las denominaciones simpático o parasimpático, por citar un ejemplo específico, no son aplicables a nervios o ganglios sino a enlaces que son, y aquí está el punto, cambiantes. Cada tejido está en enlace simpático o parasimpático con la synneurona del órgano medular. Aquello que cambia, según las funciones, remite al predominio de uno u otro enlace. Así, para dirigir los enlaces hacia la operatoria acupuntural y en palabras del doctor Bachmann (7), “todo proceso reparador y curativo en el organismo se produce por una transposición de perturbaciones synnéuricas” (…).